El 17 de marzo de 1953, el entonces presidente, Juan Domingo Perón inauguraba la Universidad Obrera Nacional, que se encontraba en la calle Medrano 951, del barrio de Almagro.
En aquella ocasión Perón ofreció un discurso, el que transcribimos a continuación:
Discurso pronunciado por el presidente de la Nación, GENERAL JUAN DOMINGO PERON, en
el acto inaugural de la UNIVERSIDAD OBRERA NACIONAL
17 de marzo de 1953
Invitado por el rectorado de esta casa para dirigiros la palabra en este acto no he querido
preparar ningún discurso. Yo soy de los que creen que la verdad habla siempre sin artificios y, en
consecuencia, prefiero conversar con los amigos que me escuchan, que espetarles un discurso, quizá
muy lleno de adornos, pero muy falto de fondo y de sinceridad.
No escapará a la comprensión de los compañeros que me escuchan cuál es la emoción que me
embarga al iniciar los cursos de la primera Universidad Obrera de nuestra patria. Probablemente
podrá haber muchos que sientan una inmensa satisfacción al disponer de esta nueva casa de estudios
en esta Nueva Argentina, pero no habrá ninguno que la sienta con más sinceridad y con mayor
profundidad que yo mismo, que en 1945 entreví la posibilidad de desarrollar en esta forma una mayor
elevación cultural de nuestro pueblo.
Cuando hablamos de la justicia social no dijimos que había que llevar solamente un poco más de
dinero a los hogares del pueblo argentino o un poco más de comida a sus hijos; hablamos también de
nutrir más abundantemente el alma y la inteligencia de nuestro pueblo. No es un fenómeno nuevo
que las etapas en que la humanidad se ha dedicado a explotar las masas populares como carne de
cañón en la guerra o como brazo de trabajo en la paz, las clases dirigentes no se hayan también a
hacerles faltar la necesaria cultura y preparación. Siempre el pueblo ha sido una víctima privada de
felicidad, de alimento y también de cultura y de ciencia. Por eso la justicia social, como nosotros la
entendemos, no consiste solamente en dar a nuestro pueblo lo material, sino también en prepararlo
intelectual y espiritualmente. .
La formación de universidades de carácter técnico en el país presupone no solamente la
formación de un técnico, sino también la conformación de un ciudadano de la Nueva Argentina. por
esa razón, yo alabo las palabras que termino de escuchar del compañero Conditi; las alabo porque el
fin de la ciencia y el fin de la cultura es la virtud. Las consecuencias de no haber practicado la virtud
en las esferas de la cultura y de la ciencia, las estamos observando hoy en los resultados palpables
que el mundo nos ofrece. La ciencia y la cultura deben servir a las virtudes de los hombres y de los
pueblos, si no serán siempre mal empleadas. Dar cultura a un hombre, darle la posesión de la ciencia
y no conformarle un alma para bien emplearla, es como estar proveyendo armas a una mala persona.
Cuando en el estudio de los numerosos problemas a que el panorama interno o' internacional
nos empuja en los momentos presentes encontramos a cada paso un ejemplo que confirma lo que
termino de decir. Cuando vemos que la política internacional de las naciones es un medio para preparar
la guerra, se nos está demostrando que la política internacional está en manos de malvados.
Cuando la política interna de los países en vez de servir para la felicidad del pueblo y la grandeza de
la Nación, se desvía hacia el servicio de una clase dirigente, mediante la explotación del pueblo, de su miseria o de su desgracia, estamos viendo que la política interna está en manos de malvados.
Cuando la ciencia se dedica a los progresos para exterminar a la humanidad y no para servir a su
felicidad y a SU grandeza, estamos viendo que la ciencia está en manos de malvados.
Lo que nosotros queremos en esta Nueva Argentina, es que la ciencia y la cultura sean del
pueblo, y que el pueblo esté formado por hombres que amen a los hombres y no que preparen su
destrucción o su desgracia.
Cuando la cultura y la ciencia, instrumentos maravillosos de la humanidad, estén al servicio del
bien, manejados por hombres buenos y prudentes, recién podremos decir Que la ciencia y la cultura
son elementos positivos y no negativos de la humanidad. Yeso no será posible ni realizable hasta
Que la ciencia y la cultura estén en manos del pueblo y solamente del pueblo.
Por esa razón, nosotros, en nuestros planes de gobierno, luchamos por una ciencia y una cultura
popular. No podemos decir que un país sea culto ni tenga gran adelanto en su ciencia porque cuente
con tres, cuatro o diez sabios y hombres cultos, mientras que el resto es mudo y torpe rebaño de
ignorantes. La cultura del pueblo está en que aún cuando no poseamos ningún sabio ni ningún
hombre extraordinariamente culto, tengamos una masa popular de una cultura aceptable.
Por eso hemos establecido entre nuestros objetivos, que tanto la cultura como la ciencia son
elementos al servicio del pueblo y esgrimidos por las manos del pueblo, queremos una cultura
popular, queremos que cada uno de nuestros hombres disfrute y haga ejercicio de ella, porque
entonces tendremos un pueblo culto, y tendremos una ciencia argentina al servicio del pueblo
argentino, que es lo único que justifica la cultura y justifica la ciencia.
Esta Universidad Obrera pone un jalón de avance en la cultura social del pueblo argentino. Pone,
quizá, uno de sus más importantes jalones, porque da amplitud y extensión a la cultura popular, y
porque sus puertas están abiertas a todos los hombres del pueblo que sientan la necesidad de elevar
su cultura, están abiertas a todos los hombres y mujeres del pueblo que tengan inquietudes
intelectuales y quieran realizarlas. Las universidades argentinas, por otra parte, son todas de esta
característica, pueden los hombres humildes del pueblo ir a cualquiera de las universidades argentinas, donde recibirán el mismo tratamiento, sean ricos, sean pobres, sean hijos de poderosos o sean hijos de humildes hombres del pueblo. La cultura, que es el pan del espíritu y el pan de la inteligencia, no se le puede negar a ningún hombre del pueblo en un país que se sienta civilizado.
Cuando en 1944 soñábamos con la etapa natural que ha de cumplir el pueblo argentino,
pensábamos que la capacidad energética de los pueblos no está solamente en razón del trabajo que
realizan cuantitativamente, sino en el factor cualitativo de ese mismo trabajo. Nosotros soñábamos
que nuestra evolución había de llevamos de pueblos pastores a pueblos agricultores, y de pueblos
pastores y agricultores a pueblos industriales, que es la etapa natural en la evolución de los pueblos
en la humanidad.
Se iniciaba la entrada en la etapa industrial. Y la etapa industrial no se puede encarar sin la
capacitación técnica y profesional.
Fue entonces, en 1944, cuando lanzamos la primera disposición estableciendo la organización de la
mano de obra y de la capacidad técnica para la industria argentina. Fue entonces, que pensamos en
que nuestros obreros no habían de formarse más en el dolor del taller o en el abuso patronal de los
aprendices de otros tiempos, explotados y escarnecidos, en los lugares mismos de trabajo que ellos
deben amar y enaltecer. Fue entonces cuando dijimos: ¿cómo es posible que un médico, un
abogado, un militar, se formen en una escuela donde el Estado les paga sus estudios y un pobre
obrero que no tenga medios, que vive en la miseria, tenga que ir a aprender en el dolor del taller o en
el maltrato qué recibe de sus patrones? Y de esta idea surgieron de orientación profesional donde
nuestros muchachos, respetando y haciendo respetar los lugares de trabajo, debían ir conformando el
espíritu de la mano de obra argentina, para que después, en la combinación de las concepciones
técnicas y de nuestras máquinas pudieran surgir los productos industriales perfectos, como hay que
perfeccionarlos hoy para que sean útiles.
Fue allí, también, cuando dijimos: No es posible que un operario estudie para ser y para morir
operario. Es necesario abrir el horizonte a la juventud que trabaja, porque ella es, la que constituye la
grandeza y afirma la dignidad de la República Argentina; es necesario abrir el horizonte a la juventud,
poniendo en cada mochila un bastón de mariscal.
Pero eso no se realiza por arte de magia. Es necesario impulsarla y encaminarla con el esfuerzo
del Estado, como se impulsan y encaminan todas las demás profesiones que se ejercen lícitamente
en la sociedad argentina. Entonces pensamos que era necesario hacer posible que esos muchachos
tuvieran sus escuelas de aplicación donde fueran cumpliendo etapas técnicas de progreso. Habíamos
observado en todos los horizontes del mundo una limitación inaceptable: operarios que no tenían otra
suerte que morir de operarios, después de sufrir y de luchar durante toda su existencia sin ninguna
posibilidad de progreso.
El caldo de cultivo más extraordinario para que proliferen clases de pensamientos y de doctrinas
extremistas y otras ideas extrañas, está justamente en la limitación del horizonte de aspiraciones de
la clase trabajadora.
Los hombres del pueblo -todos los hombres- deben tener ampliamente abierto el horizonte de
aspiraciones para los que sean capaces. Y en esta tierra nosotros hemos afirmado que cada uno de
100 ciudadanos argentinos que durante su vida acumule méritos suficientes para llegar a. ser dirigente
máximo de la República y Presidente de la Nación, si es necesario.
Para que esto no sea una mentira criolla, es necesario brindar las posibilidades para que cada
uno se realice a sí mismo, para que cada uno tenga en SUs manos la posibilidad de ir ilustrándose y
llenando los espacios culturales de su imaginación y de su inteligencia en la medida de su capacidad.
Por esa razón se ha estructurado todo un escalonamiento en la concepción general de la
Universidad Obrera. Esta Universidad que cuenta con un ciclo elemental y con un ciclo medio, debía
tener un ciclo superior.
El ciclo superior lo iniciamos hoy con esta magnífica Universidad Obrera que ponemos en
marcha. Por otra parte, tratándose de estudios técnicos debía cumplirse en esto también con un
factor de extraordinaria importancia. No queremos universidades para formar charlatanes' y generalizadores.
No queremos escuelas para formar hombres que les digan a los demás cómo hay Que
hacer las cosas, sino hombres que sepan hacer por sí las cosas. Durante un siglo y medio de
existencia hemos tenido millones de hombres capaces de decir cómo hay que hacer las cosas, pero
muy .pocos hombres que hayan sido capaces de realizarlas. Por eso queremos que, esta escuela,
que nace con nuestras propias orientaciones, sepa que en la vida, ni la ciencia pura tiene valor
alguno si no se la somete a la aplicación. La ciencia pura es un lujo que se pueden dar algunos que
no tienen nada que realizar. En la ciencia, es el conocimiento profundo realizado en el empirismo
absoluto de las realizaciones lo que importa, si no las cosas no valen. Por eso he dicho y he
sostenido muchas veces que queremos operarios que se formen en la escuela de orientación
profesional, trabajando con sus herramientas y con sus máquinas que sepan hacer, aunque no sepan
mucho decir, queremos técnicos de fábrica que no solamente sepan decirle a sus operarios: "vea
amigo, esto hay que hacerlo así", sino que tomen la herramienta y lo realicen ellos mejor de lo que lo
hizo su operario, y queremos ingenieros de fábrica qua no sean charlatanes atildados que vienen una
vez por día a la mañana y veinte minutos para decir lo que hay que hacer, y después se van a la
casa, al café o a la confitería. Queremos técnicos de fábrica que se pongan su "overol" y convivan
con sus obreros en el trabajo, que sean ellos dirigentes, pero que dirijan, no charlatanes que no
sirven ni para un lavado ni para un barrido.
Y para esto hay que tener manos de trabajador y vivir con olor a aceite de las máquinas y con las
manchas de la grasa, que son indelebles cuando se trabaja. Con lechuguinos no vamos a construir
una gran Argentina. La gran Argentina con que nosotros soñamos se va a construir con manos de
trabajadores, con brazos de trabajadores y con corazones de trabajadores. Y esto estoy seguro que
la Nueva Argentina será de esos trabajadores, de esos que sepan capacitarse mental y físicamente,
como manualmente, en la ejecución de todos los trabajos. La Argentina del futuro ha de ser de esos
hombres, por eso, quizá, hoy estemos colocando la piedra fundamental de una nueva Argentina que
todavía no conocemos.
Por eso, compañeros, si yo hubiera de fijar el rumbo en la ejecución de las tareas docentes de
esta casa, solamente daría una directiva de muy pocas palabras: tenemos que formar, primero,
hombres buenos y del pueblo. En segundo lugar, formar trabajadores, sobre todas las demás cosas
y, en tercer lugar, formar hombres patriotas que sueñan con una Nueva Argentina en manos del
pueblo para labrar la grandeza de la Patria y la felicidad de ese mismo Pueblo.
Si formáramos un nuevo grupo de intelectualoides ignorantes, de los que tenemos tantos, que
simulan saber para aprovechar de los que saben menos, no habríamos hecho un gran progreso sobre
lo que tenemos. Lo que necesitamos son hombres leales y sinceros, que sientan el trabajo, que se
sientan orgullosos de la dignidad que el trabajo arrima a los hombres y que, por sobre todas las cosas
sean capaces de hacer aunque no sean capaces de decir.-
JUAN DOMINGO PERON
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